Entre tantos dislates infundados que desparrama el gobierno argentino en su batalla contra la sociedad y la misma idea de lo “social”, es notable su vulgar versión de la llamada “tragedia de los bienes comunes”. Esta tragedia describe las consecuencias negativas de acciones individuales motivadas por el interés personal y que pueden terminar destruyendo recursos compartidos por toda la comunidad.
En breve, describe una situación en la búsqueda del bien individual termina perjudicando a la comunidad, incluyendo a las propias personas que buscan su bienestar. Un ejemplo claro es la contaminación ambiental derivada del uso del transporte individual; o la degradación del hábitat por la especulación inmobiliaria, etc. Los recursos comunes son así destruidos por el uso incontrolado y desmedido en busca de beneficios personales.
a versión vulgar (y contraria) del gobierno argentino de esta tragedia puede exponerse así: si los recursos no son de propiedad individual sino pública, la demanda sobre los mismos sustentada en derechos “democráticos” termina agotándolos porque las personas no pueden resistir la tentación de tomar más de lo que “aportan”. Así, todo gasto público sería perjudicial salvo que fomente la apropiación individual de los recursos comunes: la presión ciudadana y corporativa sobre el gasto del Estado, que permite el “pluralismo” democrático, derivaría en un crecimiento exponencial del gasto público “ahogando” a la iniciativa privada. El resultado final serían déficits fiscales crónicos y una economía ineficiente por una mala asignación de recursos que sería contraria a la determinada por los mercados.
Seguir leyendo aquí.